Abrí los ojos algo desorientado. Busqué mi espada, pero
no la encontré, cogí mi cuchillo. Apenas recordaba nada, solo tenía imágenes
desordenadas, entonces la vi sentada en la ventana, mirándome con curiosidad.
Recordaba su cuerpo, su sabor, sus besos, recordé la noche que había pasado con
ella.
Dejé el cuchillo en el suelo y cogí la camiseta para
ponérmela. Aún no era de día y el viento que entraba por la ventana me estaba
helando. La observé con cuidado, apenas se movía de donde estaba, habría jurado
que era una invención de mi cabeza de no ser porque el brillo de sus ojos era
único.
-
No me mataste – Le sonreí. Terminé de vestirme y
me acerqué a ella.
-
¿Debería haberlo hecho? – Me miró seria, pero en
sus ojos estaba la alegría que la hizo sonreír – Tendría que haberlo hecho – Me
levantó la barbilla con un dedo – Pero no me atreví a morderte, supongo que aún
no quiero acabar contigo – Sonrió, pero la realidad de sus palabras me hizo
enmudecer, tarde o temprano uno de los dos tendría que morir.
-
Aún no, ¿qué tienes pensado hacer conmigo? – La
miré intentando sonreír.
-
Nada – Hizo una línea con sus labios – Esperaré
a que me intentes matar tu.
≈ Me quedé quieta, observando su reacción. Sabía que me
tendría que matar, o que yo le tendría que matar, eso nadie lo podía negar.
-
¿Por qué tiene que morir uno de los dos?
-
Porque somos lo que somos – Me levanté de la
ventana y atravesé la habitación para coger mi chaqueta, me la puse y me volví
a acercar a la ventana – Vigila no matar a alguno de mis amigos o te mataré –
Le mordí el labio y salté por la ventana hasta mi moto.
Poco a poco la casa fue quedándose atrás, y cada vez iba
más rápido en la moto. Me gustaba la sensación que me producía en el cuerpo la
velocidad, apenas la notaba, pero el viento que iba acariciando mi cuerpo me
parecía agradable.
Di un rodeo por la ciudad para ver si me seguía alguien.
Cuando estuve segura de que no, salí de la ciudad y me dirigí hacia la casa,
hacia mi nueva casa. Amy estaba en el estudio, en unos días quería ir a
rastrear una zona de la que sospechaba que había un ‘nido’ de cazadores. Ese
día íbamos a ir los tres juntos, por si pasaba algo buscar inmediatamente otro
lugar para quedarnos. Me habían explicado que los cazadores rastreaban los
últimos días de un vampiro con facilidad, siempre que se pudiesen exponer a su
olor varios días, para eso usaban los perros.
Subí al piso de arriba y dejé la chaqueta encima de una
mesa. Nana se acercó ronroneando, supuse que se habría preocupado al no verme
por la noche. Desde que la encontré apenas se había separado de mí y tenía la
costumbre de descansar a mi lado por la noche. Sus ojitos me miraron con
tristeza y la cogí en brazos. Su ronroneo me tranquilizaba y como su corazón no
latía era el único ruido e toda la habitación. Me habían enseñado a controlar
los sonidos y escuchar los que solo yo quería, pero el hecho de poder relajarme
y escuchar solo el ruidito de su ronroneo y su respiración me encantaba.
Dejé a Nana encima de la cama y me metí en el baño,
necesitaba una ducha y cambiarme de ropa. No sabría decir cuánto tiempo estuve
debajo del agua, pero el jabón de vainilla de estaba medio atontando. Salí del
baño con una toalla alrededor del cuerpo y alguien abrió la puerta.
Con un movimiento rápido coloqué mi espalda contra ella y
empujé hacia atrás para cerrarla.
-
Es una forma curiosa de decir que no estás
visible – Oí como Alex se reía detrás de la puerta.
-
Si no llamas a la puerta es lo que obtienes –
Sonreí aunque no me pudiese ver, supe que sabía que estaba sonriendo.
-
Abre, quiero hablar contigo – Me quedé quieta
detrás de la puerta – Prometo no mirar…
-
Más te vale – La abrí y le miré seria – O te
abatiré como ayer – Esbozó una sonrisa y me aparté, Nana se levantó y le fue a saludar.
-
Amy ya sabe la localización exacta de donde está
el ‘nido’ – Abrí el armario y saqué unos pantalones vaqueros y una camiseta.
-
¿Cuándo quiere ir? – Le miré y le hice un gesto
para que se girase, lo hizo y dejé caer la toalla al suelo y me empecé a vestir
– Ya te puedes girar.
-
Que rápida – Nana ronroneaba en sus brazos –
Quiere ir mañana, a si que hoy toca entrenar.
-
¿Ahora? – Arrugué la nariz, Alex asintió – Me
ducho para nada – Alex se rió.
-
Tranquila no te vas a manchar, si lo haces bien,
claro – Se acercó a mi cama y posó a Nana con cuidado – Te veo en el jardín,
Amy quiere hablar contigo – Se giró y antes de desaparecer por la puerta me
miró – La próxima vez que no vayas a estar por la noche tráemela, la encontré
llorando en el tejado mirando hacia la carretera – Señaló a Nana y se marchó.
Me giré hacia ella y la miré con cariño. Siempre me
habían gustado los gatos, pero nunca había oído que uno llorase por no ver a su
‘dueño’. La cogí en brazos y la apreté contra mí.
-
Te prometo que la próxima vez te avisaré, ¿vale?
– Nana ronroneó y frotó la cabeza contra mi barbilla – Me lo tomaré como un sí.
Bajé las escaleras hacia el estudio. Nana se bajó y se
marchó. Respiré hondo, aunque ya no me hiciese falta me tranquilizó. Abrí la
puerta, Amy me esperaba apoyada sobre la mesa mirando un mapa y varios libros.
-
Zoe, acércate – Deslizó un mapa de la ciudad
hasta delante de mi - ¿Reconoces este lugar? – Asentí – Es a donde vamos a ir
hoy. Creemos que ahí es donde se reúnen varios grupos de cazadores.
-
¿Nosotros tres contra todos?
-
No – Se rio – No estoy tan loca aún. Si conoces
la zona me gustaría que nos guiases, no me fio de nadie de otro grupo – Asentí
mirando el mapa, me parecieron los antiguos almacenes – Ahora vete, mañana por
la mañana nos iremos de aquí.
Salí al jardín, donde Alex ya me esperaba para entrenar.
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