Hola! Bienvenid@s, ya sabeis que os toca leer un poquito ;) pero ánimo que es poca cosa jeje espero que os guste! (: UnBeso^^ Bekii

sábado, 30 de abril de 2011

Capítulo 4.

El sol me dio en la cara y me giré en la cama. Noté algo frío en el cuello y abrí los ojos para ver que era. Era el colgante que me había dado Amy el día anterior, más bien esa noche. Lo toqué con dos dedos y pude ver como en su interior brillaba una lucecita.
Me levanté de la cama colocándome un poco el pelo. ¿Había sido todo real? ¿No era un sueño? Entonces… era una inmortal… Me reí. Aquella palabra resultaba graciosa y ridícula. Pensé en cómo se lo tomarían mis amigos, pero entonces recordé lo que me había dicho Amy, “No debes decirle a nadie lo que eres, no hasta que sepas defenderte a ti y a ellos, podrían matarlos”. Lo que menos quería era poner en peligro a mis amigos, aunque verles temblar ante algo estaría genial.
Me vestí con un chándal negro y una camiseta negra. Me giré para colocar el pijama sobre la almohada cuando vi a la gatita. “Ai madre sigues aquí”. Ronroneó y me pareció que seguía durmiendo. Podía oír su pequeño corazoncito latiendo relajado. Me rugieron las tripas.
Bajé las escaleras casi volando, no me iba a acostumbrar nunca a ir tan rápido. Abrí la nevera y saqué el cartón de leche. Cogí los cereales de la alacena y un bol. Desayuné lo más rápido que pude y subí a mi habitación. La gatita seguía durmiendo, estaba tan tranquila que me dio pena despertarla, asique la dejé ahí durmiendo. Cerré la puerta de mi habitación y me marché a la calle.
No sabía muy bien a donde iba, no me acordaba mucho de donde estaba el piso, pero ya me acordaría, lo primero que iba a hacer era intentar controlar los ruidos, asique iba a empezar en el parque. No había mucho ruido y cuando lo consiguiese me iría hacia la carretera.
Debían de ser cerca de las doce del medio día, porque el sol estaba muy alto, aunque no hacía calor, una bruma cubría toda la ciudad y me atrevería a decir que la gente tenía frío.
Llegué al parque e hice lo que me había mandado Amy que hiciera antes de concentrarme para controlar algo, miré la lágrima que colgaba de mi cuello y no brillaba, asique busqué un árbol y me senté a su lado. Estaba relajada, apenas había ruido, apenas había olores. Cerré los ojos y me concentré en el ruido de los coches, poco a poco se fueron alejando. Creía que ya lo tenía dominado, pero entonces una pelota me golpeó la pierna y pegué un chillido, tan agudo que me hizo doler la cabeza.
El niño recogió la pelota, asustado, intenté sonreír, pero ni me miró y salió corriendo.
Volví a cerrar los ojos, no me iba a mover de allí hasta que controlase el ruido de los coches, hasta que pudiese abrir los ojos y moverme controlando los ruidos.

≈ Yuri me había dicho que ni se me ocurriese matarla, pero había algo personal ya con ella. Quería matarla para demostrarme a mí mismo que no tenía un punto débil, que no había algo que me fuese a parar en seco algún día, para no tener que arrepentirme de no haber matado a una inmortal.
Sabía donde vivía, asique decidí pasarme por su casa, aunque, como yo esperaba, no había nadie. Pude notar su olor, estaba cerca de ser una completa.
Seguí su olor hasta el parque donde la noche pasada se había reunido con Amy. Ella era la encargada de guiar a los nuevos inmortales, y a diferencia de los demás, a ella no la podíamos tocar, porque, si lo hacíamos, estaríamos matando a una mortal.
Me adentré en el parque buscándola, pero no la encontré. Tenía que estar allí, en algún sitio. Me senté en un banco, justo cuando una ráfaga de viento me trajo su olor de lleno. Miré hacia delante, y allí estaba, sentada en el suelo, con los ojos cerrados, indefensa, sin preocuparse por nada. Con el viento moviéndole el pelo a momentos, ese pelo rubio que la hacía diferente a todos los demás. “¿Qué narices está pensando? ¡Es una inmortal, es normal que sea guapa, es uno de sus fuertes, con eso te atacan, te nublan el pensamiento, juegan contigo!” Me levanté del banco, decidido a matarla, pero entonces ella abrió los ojos, y miró hacia donde yo estaba, pero como si no me viese. Se llevó la mano al cuello y miró una lágrima de luna. “¡Mierda! Ahora sabrá cuando estamos cerca”. Me di la vuelta y me marché. Sin mirar atrás. Si quería matarla tendría que hacerlo rápido y no en un sitio tan abierto, y menos ahora que tenía la lágrima, que la avisaba de cuando estaba cerca y cuando no.

≈ Agarré con fuerza la lágrima y la miré. Estaba brillando con fuerza. Me levanté y me dirigí hacia la salida del parque, como me había dicho Amy, vete a sitios que conozcas bien, sitios con gente, sitios de los que puedas escapar rápido…
Realmente no sabía a dónde ir, asique caminé por las calles más concurridas. La piedra brillaba con nerviosismo sobre mi pecho, me hacía sentir extraña, nerviosa, agitada. Miraba para todos los lados, intentando buscar a la persona que me hacía sentir así, buscaba verle la cara, intentar saber por qué me quería matar, si sabía que estaba allí, saber cómo era…


≈ Ya me estaba cansando de seguirla, era como si jugase conmigo en cada movimiento que hacía. Bajé por un callejón a la calle y esperé a que pasase por allí, para matarla… para verla…
Pasó por delante de callejón y vi la luz sobre su pecho, ella la miró y observó el callejón. Yo no me dejé ver, pero por su expresión supe que sabía que estaba allí. Se adentró con cuidado, buscándome con la mirada, con la curiosidad en aquellos ojos. Me acerqué a ella por detrás, desenvainé la daga…

≈ Alguien me empujó contra la pared y me colocó un cuchillo en el cuello. Sus dedos rozaron mi cintura y me empujaron más contra la pared. Notaba su aliento contra mi mejilla. Podía oír el latir de su corazón y cuando respiré su olor me resultó dulce. Se separó un poco para mirarme a los ojos, parecía decidido a matarme. Si me defendía me mataría en el acto, tenía que esperar a que se despistase.

≈ “¿Por qué no se defiende? ¿Por qué me mira así?” La miré a los ojos. Pude notar como respiraba tranquila, su aliento me daba en la boca, resultaba cálido y agradable. Su pelo le tapaba la mayor parte de la cara, pero dejaba entrever sus mejillas rosadas. Sus ojos me escrutaban con curiosidad. Me fui de allí.

≈ Me incliné hacia delante respirando con nerviosismo. Mi corazón estaba desbocado, mis ojos buscaban en la oscuridad a aquel chico, mirando a ver si seguía por allí, pero no le vi. Me aparté el pelo de la cara y respiré hondo.

≈ La observé desde las escaleras de incendios, “¿Qué es lo que tienes de especial? ¿Por qué no te puedo matar?” Me estaba matando esa duda, pero pensaba descubrirlo.

viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo 3.

Llegué como pude al parque. Apenas había gente, no sabía cómo iba a reconocer al que me había enviado el sms, pero eso me daba igual, me encontraba cansada. Me senté en un banco y observé a mí alrededor. Todo estaba tan lleno de vida, aunque fuesen las diez de la noche, todo brillaba con luz propia.
Una chica se sentó a mi lado. Era alta, pálida, con el pelo muy oscuro y cuando me miró a los ojos pude ver sus ojos azules, fríos como el hielo.
-          Hola Zoe – Pegué un saltito, pero no me levanté - ¿Quieres beber algo? Pareces cansada – Abrió una bandolera que llevaba y sacó una botella con algo en su interior que parecía zumo de frutas. Cuando la destapó me di cuenta de que no era zumo – Asique, aún no eres completa – Me escrutó con la mirada – Pero para no serlo resistes muy bien la tentación de la sangre – Me colocó la botella delante de mis manos – Toma, te sentirás mejor.
Agarré la botella con miedo, no sabía si beber o no, no sabía qué era eso de completa. Me estremecí al oler la sangre, dulce, entrando a mi mente, llamándome, mi cuerpo deseaba saborearla. Empecé a escuchar todos los latidos de cada corazón, el ruido empezó a matarme, el olor a aquella misteriosa chica embriagó mis sentidos, mis labios buscaron la botella y mis manos les concedieron ese deseo…


≈ La observé desde la distancia. Estaba sentada al lado de una completa, y si percibía mi presencia podría matarme, especialmente porque  no creí que estuviese sola. Me acerqué un poco más para verla mejor. Parecía una chica normal, menos por el hecho de que estaba bebiendo sangre y parecía disfrutarlo.


≈ Aparté la botella de mis labios, mi cuerpo saboreó aquel sabor, su olor, la sensación de placer.
-          Sé que estás confusa, que esto puede resultar raro para ti – Se levantó de mi lado y casi sin darme cuenta yo hice lo mismo – Comprende que estás cambiando, poco a poco, pero estás cambiando – Cogió la botella de entre mis manos y durante unos segundos mis dedos siguieron la botella y mis ojos el líquido de su interior.
-          ¿A qué estoy cambiando? ¿Por qué estoy cambiando? – Seguía observando la botella, deseándola, pero mi cerebro iba por libre a mis sentidos - ¿Por qué me gusta tanto la sangre? ¿Qué eres?
-          Demasiadas preguntas para tan poco tiempo – Miró a algún lugar en mi espalda y frunció el ceño – Aquí somos vulnerables, y un cazador te ha seguido – Me agarró del brazo y en un acto reflejo te agarré el antebrazo y se lo coloqué en la espalda. Cuando me di cuenta la solté – Eres fuerte a pesar de tu juventud y con los años te harás astuta. Ven conmigo, déjame explicarte todo esto, solo hablar, no es necesario que te vayas de aquí, solo acompáñame unas horas.
La seguí fuera del parque y nos pusimos a andar por las calles, hasta que llegamos a una zona menos transitada, donde no había coches, donde apenas había gente, donde pude relajarme y escuchar…
Entramos por un portal a un piso. No era muy moderno y estaba completamente desamueblado aunque si tenía unos sofás y una nevera.
-          Siéntate Zoe, volveré ahora y responderé a todas tus preguntas.
Me senté en el sofá. La habitación daba una sensación sombría, con un olor a humedad y moho que debía de estar ahí desde hacía años. Los únicos muebles que había eran antiguos y estaban desgastados, no me pareció que nadie viviese allí.
De repente una mano rozó mi cuello por la parte de atrás. La agarré con fuerza, me levanté del sofá saltando por encima y empujando a aquella persona contra la pared. Sus ojos verdes se clavaron sobre los míos. Tenía una media sonrisa sobre sus labios y en su otra mano sostenía una daga colocada a escasos centímetros de mi pecho.
-          Debería matarte por atacarme – Casi escupió las palabras, su voz denotaba una gran seguridad y no apartó sus ojos de los míos.
-          Y yo a ti por sobresaltarme – Siseé, ¿Qué acababa de decir? ¿acabada de amenazarle? No me reconocí.
-          Eres tú la que está en esta casa como intrusa – Hizo un giro rápido y colocó mi espalda contra la pared. La daga seguía en su sitio pero ella se alejó un poco de mí, observándome, analizándome con sus pequeños ojos verdes.
-          ¡Sheila! – La chica de antes entró por la puerta y la niña casi desapareció de delante de mí – Perdónala, como tu es nueva, y muy protectora con esta casa, aquí vivió ella cuando nació ¿sabes?
-          Me podría haber matado… - Susurré.
-          No lo haría, es cauta y lista, sabe que no debía hacerlo – Se sentó en un sofá y me invitó a sentarme en el otro – Bueno, pregúntame lo que quieras.
-          ¿Qué sois? ¿Por qué me gusta la sangre? ¿Qué me va a pasar?
-          Somos inmortales al igual que tú, y la sangre te gusta porque dentro de los inmortales somos vampiros, nos alimentamos de sangre, aunque también de comida humana, porque todos hemos sido en un tiempo humanos, y no te va a pasar nada malo, siempre que me hagas caso y aprendas a defenderte de los cazadores…
-          ¿Vampiros? ¿De verdad existen?
-          Sí, y si quieres te enseñaré a ser una inmortal, a luchar, a usar tus habilidades, a no tener deseos de matar a todo humano que veas sangrar…

≈ Entré por la puerta de la sala, Yuri estaba sentada en el sofá y al verme entrar se giró hacia mí, con sus ojos inquisidores.
-          ¿Dónde has estado?
-          He salido a dar una vuelta.
-          ¿Ah sí? ¿Con el rastreador no?
-          Sí, pero tranquila no he matado a ninguno de tus queridos – Me enfadé por la realidad de esa frase, no había podido matar a aquella inmortal, había sido débil por un momento. Yuri se levantó enfadada.
-          No la mataste porque no pudiste – Se dirigió hacia la puerta y me lanzó una piedra – A ver cuando entiendes que no somos tan diferentes a ellos.
Observé la piedra que me tiró. Era una piedra luna, una piedra que brillaba con el contacto de cualquier ser vivo que no fuese humano. Se encendió con una lucecita blanca al contacto con mi piel. Yuri tenía razón, aunque ellos fuesen menos humanos que nosotros seguían siendo humanos.
Agarré la piedra con fuerza y la lancé contra la pared.


≈ Sheila seguía revoloteando, con la daga, por la sala, aunque parecía que me empezaba a aceptar allí.
-          Entonces, ¿yo me estoy convirtiendo en una vampira porque tengo un antepasado que lo fue?
-          Todos tenemos uno, en cada familia suele haber alguno, y cuando un vampiro muere en su familia nace otro inmortal, que con el paso de los años se hará completo o no.
-          ¿Pero como mueren si son inmortales?
-          Somos inmortales durante unos años, podemos vivir quinientos años, incluso más, pero eso no significa que no podamos morir antes – La chica me miró a los ojos – Por cierto Zoe, me llamo Amy.
-          Entonces – Ignoré ese dato – Amy – Para que no pensase que no la estaba escuchando - ¿Puedo llegar a controlar el ruido? ¿Los olores? ¿Las ansias de sangre?
-          Puedes aminorarlos, pero no cesarlos – Sonrió – Aunque no seas tan impaciente, todo a su tiempo, primero tienes que aprender a defenderte.
-          ¿De qué, no se supone que soy inmortal?
-          Aún no – Se levantó de la silla y abrió un cajón en la cocina – Aún no eres una completa, por eso eres muy vulnerable ante los cazadores – Volvió con una lágrima rosa – Quiero que te pongas esto al cuello y que no te lo quites hasta que yo te lo diga, esto te ayudará a saber si alguien es un cazador o no, y si están cerca.
-          ¿Cómo lo sabré? ¿Hasta cuándo tendré que llevarlo?
-          Lo sabrás porque te lo dirá, sentirás algo en tu interior que te lo dice – Me sonrió – Lo llevarás hasta que seas capaz de matar a un cazador, y ahora vete.
-          Pero… - Nos levantamos y fui hasta la puerta de entrada - ¿Matar?
-          Sí, algún día matarás a cazadores, como el que te seguía por la tarde, algún día es posible que le mates…
-          Algún día le mataré… - Musité, todo aquello resultaba tan extraño, pero tan real.

≈ Miré por la ventana de mi habitación, con la daga aún en la mano, mirándola.
-          Algún día la mataré…


sábado, 16 de abril de 2011

Capítulo 2.

Era sábado, y la luz me despertó. Me había olvidado de bajar la persiana. Parecía que iba a ser un día de primavera. Me incorporé frotándome la cabeza. Me seguía doliendo, aunque el ruido me estaba empezando a dejar de molestar. No escuché a mis padres, asique supuse que ya se habrían ido a trabajar. Me levanté de la cama y noté como las cosas tenían colores más intensos. Lo ignoré, sería porque mis ojos estaban más descansados. Fui al baño y me miré al espejo. No tenía ojeras, aunque apenas había dormido. Me miré la mano, seguía sin tener cicatriz, pero la camiseta que estaba colocada en mi silla demostraba que se mi había cortado. Me senté en la cama y la miré con curiosidad. A unos metros podía oler la sangre, y me resultaba un olor dulce y agradable. Cogí con la mano la camiseta y me acerqué a la cara. Cuando me di cuenta le estaba pasando la lengua a la manga. Tiré la camiseta al suelo asqueada, pero en la boca tenía un sabor tan dulce que me tentó volver a cogerla. No entendía que me pasaba, como me podía atraer la idea de beberme mi sangre. Cogí la camiseta del suelo y me metí en el baño. Me puse a limpiarla con agua y jabón, no quería que mi madre lo viese. Cuando conseguí quitarle la mancha la dejé en el contenedor de la ropa sucia.
Bajé a la cocina y abrí la nevera, tenía hambre. Había de todo en la nevera pero me llamó la atención la carne picada que tenía mi madre para el domingo. Podía verle la sangre correr hacia la bandeja de plástico. Se me pasó por la cabeza coger la bandeja y beberme la sangre, pero cuando me di cuenta de lo que estaba pensando cerré con fuerza la puerta, tanta que me hizo daño el ruido.
Me tumbé en el sofá intentando calmarme, mi corazón se había acelerado, aunque no estaba alterada. Estaba más tranquila que nunca, a veces pensaba que me había dejado de latir el corazón. Pude oír como pasaba un coche por la calle, podía oír hasta de lo que hablaban las personas en la calle. Intenté no escucharlos, y poco a poco dejé de oírles. Suspiré aliviada. Me di cuenta de que mi móvil estaba sonando y subí corriendo las escaleras, juraría que casi volaba. No llegué a cogerlo, pero me habían dejado un mensaje. Lo abrí y me quedé tonta al verlo. ¿Quién era? ¿De qué hablaba? Me decía que sabía lo que me estaba pasando, y que si quería ayuda fuese a Jill’s Park. No sabía qué hacer. ¿Quién era? ¿Qué era lo que me quería decir? ¿Qué me estaba pasando? Guardé el móvil de golpe y me lo metí en el bolsillo del pantalón. Estaba cansada eso era todo, no me estaba pasando nada raro. Me tumbé en mi cama y cerré los ojos. Respiré hondo. ¿Qué era ese ruido tan molesto? Me levanté de la cama y miré por la ventana. Era el perro de la vecina, había acorralado a un gato en un árbol, y el gato estaba chillando aterrorizado. Bajé las escaleras, tenía que parar con ese ruido, me estaba matando… si es que un ruido podía hacerlo.
Salí al jardín por la puerta de atrás y abrí la verja de la finca de mi vecina. Ella me observaba desde la ventana de su cocina y su perro me gruñía. Nunca me habían tenido mucho aprecio, especialmente desde el año pasado, cuando para que se callasen en verano puse los aspersores en medio del día, y lo conseguí, pero además conseguí un castigo y que esa señora me odiase. Pasé por delante del perro y se cayó. La señora me seguía mirando y pude ver como tenía el teléfono en la mano. ¿Estaría dispuesta a llamar a la policía? Me dio igual en ese momento. Me acerqué al árbol y miré al gatito. Con sus ojos verdes, las pupilas completamente dilatadas y el pelo brillando contra el sol. Era realmente precioso. Parecía un mini tigre acechando entre las sombras. Aunque apenas tendría unos meses. Le llamé para intentar que bajase, pero ni se movió, estaba temblando. El árbol no medía más de 4 metros, asique me agarré como pude al tronco y subí con cuidado. Las ramas eran fuertes y aguantaron de mi peso. El gatito empezó a ronronear y se acercó a mí, le acaricié detrás de las orejas, y le cogí en mi regazo. Bajé con cuidado del árbol, el perro pareció alterarse y mi vecina seguía con el teléfono en la mano, aunque estaba algo pálida. Cerré la verja tras de mí y entré en mi casa.
-          Sabes que eres una enana suicida ¿verdad? – La gatita ronroneó entre mis brazos y se acurrucó – A ver qué hago contigo, porque en mi casa no te puedes quedar.
Seguía ronroneando, aunque me pareció que se había quedado dormida. Subí a mi habitación y la dejé sobre mi cama, realmente era una gatita preciosa.
Me metí en el baño, quería darme una ducha y relajarme, era una costumbre desde siempre, sentir el agua cayendo sobre mí me relajaba. Abrí el agua y me metí debajo del chorro. Cerré los ojos y me olvidé de todo.
Podría haberme pasado horas así, de no ser porque mi móvil empezó a sonar. Salí del baño con una toalla mal atada alrededor de mi cuerpo. Cogí el móvil con una mano mientras que con la otra me intentaba colocar la toalla.
-          ¿Sí? – No se oía nada - ¿Hola? – Colgué, se habrán equivocado, pensé.


≈     -     Aún no es una completa – Dejó el teléfono sobre la mesita - ¿Avisamos a Félix?
-          ¿Para qué?
-          Jace, aún podemos salvarla, no tiene por que morir – Yuri me miró con sus ojos negros, como ella sabía, intentando convencerme de lo que llevaba años intentando.
-          Hermana, sabes que en unos días será completa – La miré a los ojos – Lleva en su sangre la sangre de los inmortales, ya nada puede salvarla.
-          ¿Y la condenamos sin saber cómo es? ¿Vas a matar a una chica que a lo mejor no es como los demás inmortales? – Yuri me miró medio molesta.
Llevábamos cinco años persiguiendo a inmortales, yo quería acabar con ellos porque mataron a mis padres, Yuri, en cambio, no tenía nada en contra de ellos, incluso salvaba a algunos, les ayudaba a escapar de los demás.
-          No sé cuanto tardarás en darte cuenta de que ellos no son como nosotros, no sienten, no tienen corazón y si sigues ayudándoles, algún día te matarán a ti.
Cogí el móvil y me marché de la habitación, ya sabía cómo se iba a poner, teníamos la misma conversación todos los días, y no estaba de humor para escucharla.
Salí a la calle y saqué el bolsillo de mi chaqueta mi móvil. En él estaba la dirección de aquella nueva inmortal, si aún no era una completa sería más fácil matarla, asique iba a hacerlo cuanto antes, y si Yuri no lo sabía mejor, así no me molestaría.

≈ No sabía si ir a aquel misterioso encuentro. La verdad, todo estaba siendo demasiado raro para quedarme en casa como si nada. Pero, tampoco quería ir a encontrarme con alguien que me había mandado un sms por arte de magia. Bueno, no tenía nada que perder, asique me puse unos vaqueros, unos playeros y cogí una chaqueta.
Era extraño con la rapidez que se me había pasado el día, aunque en esta época del año anochecía muy temprano. Al salir de mi casa vi a un chico al otro lado de la calle, mirándome fijamente, con odio. Le ignoré. Me encaminé hacia el parque, donde había quedado…

≈ Estaba seguro de que me había visto. Yuri tenía razón, aún no era una completa, entonces no debería saber quién era, ni qué era yo. La seguí unas calles, pero se giraba cada poco, y llegó un momento que la perdí. “Para ser una humana aún es buena despistándome” pensé. Si fuese completa podría seguirla por su olor, pero aún conserva su olor humano. “Esto va a ser más difícil de lo que pensaba”.
Llegué a un callejón y lo atravesé para ir hacia otra calle, y así durante media hora. Ya me estaba cansando, era como si ella estuviese jugando conmigo…

≈ Había intentado relajarme, pero el ruido de los coches y de la gente me estaba matando. Me toqué la sien con una mano y me apoyé en la pared. Pude notar como la gente se apartaba de mí. Caminé hasta una zona con menos tráfico y en la entrada de un callejón me dejé caer hacia el suelo con la espalda apoyada en la pared. Me sujeté la cabeza con las manos, me iba a estallar.

≈ Recorrí lo que quedaba de callejón y cuando vi la salida percibí una silueta en el suelo, apoyada en la pared, sujetándose la cabeza con las manos. “Parece que al fin y al cabo sí va a ser fácil”. Salí del callejón por el lado opuesto al que estaba ella. Pareció no darse cuenta de que había pasado. Me apoyé en la pared, al lado de unas escaleras y la observé. Estaba listo para matarla.

≈ Cerré los ojos con fuerza y suspiré. “Zoe, ya lo has hecho esta mañana, puedes hacerlo, concéntrate”. Me mordí el labio y levanté la cabeza con cuidado, abrí los ojos y me relajé. Había funcionado, ya no escuchaba los coches con tanta intensidad. Me levanté del suelo ayudándome con la pared. Cuando noté que las piernas me respondían bien salí del callejón y retomé mi camino.

≈ Pasó por delante de mí, me miró a los ojos, pude ver como estaba sufriendo, noté como me reconoció. Tenía la mano metida dentro de la chaqueta, sujetando el mango de una daga, pero, algo me paró, no pude atacar, simplemente no pude matarla…

viernes, 15 de abril de 2011

Just Happy!

Una vez alguien me dijo que cada uno tiene lo que escoge, lo que se quiere ganar o perder, que se puede tener todo, pero que no nos podemos arriesgar, podemos sentir el dolor si amamos en vano, porque el amor no te hará libre... podría pararme a un lado y ver como pasa la vida, tan infeliz como sería, pero muy segura. Así que, que hay de malo si me lastima, si me destroza, si este mundo me lleva hacia el barranco. Tengo los pies fuera del suelo, quiero encontrar mi lugar, mi sonido, no me importa tener más dolor frente a mi, porque simplemente trataré de ser feliz, sí, simplemente feliz. Aguantando fuertemente, sin dejarme ir, simplemente haciendo mi papel, desapareciendo lentamente... Todas estas lágrimas se sienten como si fueran las misma de ayer, solo son distintos rostros, distintos nombres...

sábado, 9 de abril de 2011

Capítulo 1.

Abrí los ojos. Mi despertador ya estaba haciendo de las suyas, y como de costumbre lo cogí y lo lancé contra el armario. Ya lo había hecho otras veces, y era eficaz, paraba de sonar al momento.
Me levanté de la cama estirando los brazos para desperezarme y me dirigí hasta la ventana de la habitación. Los coches de mis padres ya no estaban. Abrí la ventana y me encerré en el baño. Como todas las mañanas tenía que pasarme al menos cinco minutos para desenredarme el pelo, uno de los inconvenientes de tener melena. Me lavé la cara y me hice un moño.
Abrí las puertas de mi armario y me puse lo primero que vi. Unos vaqueros grises y una sudadera de ''Vazva'' violeta. Me solté el pelo y cogí mi mochila.
Era la misma historia desde hacía dos años. Mis padres habían decidido por mí que necesitaba un cambio de aires, y que mejor que cambiarse de instituto. Aún les odiaba por ello. Nunca había logrado encajar en el instituto, aunque la parte buena era que no tenía que fingir y que podía ser yo misma.
A mis casi 16 años no me era muy difícil hacer ''amigos'', pero perder a mis amigas me había dolido. Aunque nos dijésemos que íbamos a seguir en contacto, que todo seguiría igual, que nos veríamos, en el fondo, en eso momento, todas sabíamos que era mentira. Habían pasado dos años, y lo único que habíamos hecho era quedar a una hora cada semana para hablar todas juntas por el MSN, y la mayor parte de las veces ni siquiera estábamos todas. Cada una tenía su vida, y poco a poco nos fuimos separando. Una llamada menos, una felicitación por cumpleaños menos, un olvido de llamarte para decirte algo importante... Ya no era lo mismo.
Ahora tenía otra vida, otros amigos, me había vuelto más ''rebelde'', o eso decía mi madre, yo decía que me había adaptado a donde me habían traído.
A mis padres tampoco les gustaba con quién me había juntado, pero a mí no me importaba lo que pensasen. Me había hecho amiga de Ainara y Ruth, dos hermanas que desde el primer día me habían cuidado como si fuese su hermana pequeña. Desde el primer día que había llegado la mayor parte de las personas del instituto me habían mirado como si fuese la rara, pero pasados unos meses ya había encajado. Yo decía que no había cambiado, pero todos decían que estaba cambiando día a día.
Hoy era viernes, otro maldito viernes. Era el día que más clases teníamos, y la primera era Sociales. No es que no me gustase, pero no soportaba a la profesora.
Llegué a la puerta del instituto y las chicas me estaba esperando.
-          Buenos días Zoe – Ainara me saludó con la mano mientras Ruth recogía su bandolera del suelo - ¿Preparadas para soportar cincuenta minutos de clase?
-          No, pero es lo que queda – Sonreí y agarré a Ainara del brazo y entramos las tres por la puerta.
Las horas de la mañana se pasaron lentamente. Entre risas e intentos de atender, que siempre interrumpía alguna de nosotras con algún comentario interesante e insignificante. Había llegado sin darnos cuenta la última hora del día, y era gimnasia.
-          Yo me voy a ir a casa ya – Miré a Ruth que estaba a mi lado.
-          Niña rebelde – Dijo riéndose – Ain se marchó a casa hace un rato.
-          ¿Se encontraba mal?
-          No – Sonrió – No le apetecía hacer gimnasia.
-          Pues ya somos dos – Me reí - ¿Nos vemos por la tarde?
-          Claro – Se dio la vuelta y hizo un gesto con la mano despidiéndose de mí.
Salí por la puerta del instituto intentando que no me viesen. No me apetecía que llamasen a mis padres para decirles que me estaba marchando del instituto antes de tiempo.
Llegué a casa y dejé mi bandolera en el sofá, y me puse a buscar mi iPod. Mi padre me lo había quitado por negarme a desayunar, pero que alguien me diga quién tiene ganas de comer a las seis y media de la mañana.
Ya había rebuscado por toda la casa, el único sitio que me quedaba era su estudio personal.
Abrí la puerta y entré con cuidado. Registré todo, pero no lo encontré, asique cogí un abrecartas e intenté abrir el cajón. Metí la punta por la cerradura y al intentar girarlo me rozó el dedo y me corté.
-          Mierda! – Me llevé el dedo a la boca y chupé la sangre. Salí del estudio para ir al baño. Dejé el abrecartas encima del lavabo y saqué el dedo de la boca - ¿Pero qué? – Ya no tenía ninguna herida, ni una marca – La boca me sabía dulce y saboreé la sangre que tenía en la boca.
Limpié el abrecartas con cuidado de no volver a cortarme y volví al estudio de mi padre. Lo dejé encima de mesa y me puse a pensar en cómo podría abrir en cajón. Tendría que haber una llave en algún sitio, porque mi padre era así, hacía copias de seguridad de todo.
Abrí todos los cajones de la mesa, miré en todos los estantes para ver si la veía, pero nada. Volví a coger el abrecartas y miré el filo. Tenía miedo de cortarme otra vez, pero quería abrir el cajón costase lo que costase. Introduje el abrecartas con cuidado y lo giré, pero esta vez sin cortarme. Noté como la cerradura se estaba forzando a no girar y justo antes de conseguir abrirlo el abrecartas se rompió. Noté como se me clavaba en la palma de la mano.
-          Mierda joder! – Agarré con la punta de los dedos el abrecartas y me lo quité. La sangre fluía por mi mano hacia abajo y pude percibir el olor dulce que desprendía. Me acerqué la mano a la boca y pasé la lengua por encima de la herida, cuando me di cuenta ya no tenía ni un rasguño.
Cogí el abrecartas asustada y lo llevé a la papelera de mi habitación. Miré mi mano buscando la herida, intentando entender porque estaba manchada de sangre y porque no tenía ni una marca.
La sangre, ¿Por qué me habías sentido atraída hacia ella? ¿Por qué me había sabido tan bien?
Me vibró el móvil en el bolsillo y lo saqué. Era Cesar, estaba con Ruth y Ain esperándome unas calles más abajo y que en unos minutos estarían en mi puerta para marcharnos.
Me limpié la mano y me cambié de chaqueta lo más rápido que pude. Me había manchado de sangre toda la manga, lo que demostraba que si me había cortado. Me puse una chaqueta de chándal negra y bajé por las escaleras. Me tropecé y casi me caigo, pero con una gran habilidad me agarré al pasamanos y casi me quedé en el aire. Tenía el corazón acelerado, ¿qué me estaba pasando? Me dolía la cabeza, podía notar un latido fuerte que venía desde fuera de la calle.
Bajé lo que me quedaba de escaleras y cogí mis llaves. Cuando abrí la puerta vi a los chicos fuera esperándome y me di cuenta de que el sonido venía de ellos. Venía de Cesar. ¿Podía ser? ¿Eran de verdad sus latidos? Ain notó que algo me preocupaba. Ruth apenas se dio cuenta, estaba más pendiente de Cesar que de cualquier otra cosa.
Nos pusimos a andar hacia el centro, y ahora oía los latidos de los cuatro. Los míos eran los que estaban más relajados. Ain estaba algo alterada, pero, los latidos de Cesar me estaban matando. Nos sentamos en el parque como siempre. Había conseguido aguantar unas horas, pero el ruidito me estaba matando. Me levanté y me fui casi corriendo. Ain intentó seguirme pero Ruth la paró. Al parecer todos se habían dado cuenta de que me estaba pasando algo.
Caminaba lo más rápido que podía, cada vez que me cruzaba con alguien oía con fuerza todo, oía los gritos rompiéndome por dentro. Los ladridos de los perros me mataban, pero lo peor eran los latidos de la gente. Escuchaba como el corazón se movía dentro de cada uno, como la sangre fluía.
Llegué a mi casa y antes de entrar escuché como mis padres murmuraban en la cocina. Abrí la puerta de la entrada con cuidado, intentando no hacer ruido, y antes de darme cuenta estaba cerrando la puerta de mi habitación. Mis padres no me habían oído subir, y me sentía algo mareada, ¿Cómo había llegado allí arriba?
Me quité la ropa y me puse el pijama, unos simples shorts deportivos y una camiseta vieja.
Me metí en la cama, e intenté dormirme, pero mis padres estaban hablando alto, y me iba a estallar la cabeza. Me coloqué la almohada sobre la cabeza y apreté con fuerza alrededor de mis oídos.
Al final, conseguí dormirme, pero los ruidos me seguían atormentando.

sábado, 2 de abril de 2011

Typical woman.

Soy la típica chica que se hace la dura, la típica que nunca admitirá que algo le hace daño y que siempre luchará por sus sueños y sus amigos, la típica que antes de dejar tirado a alguien huye de sus obligaciones. Soy esa que no duda en meterse en problemas por salvar a sus amigos, soy esa que intenta estar ahí siempre, soy esa que se hace mayor poco a poco, como los demás, soy esa que nunca olvida una sonrisa, un abrazo, un simple Te Quiero. Soy la típica chica que se enamora del menos indicado, soy esa que se pasa dos minutos con el corazón roto y los otros cincuenta y ocho riendo. Soy esa que pinta el cielo cada día de azul para sonreir, esa capaz de quitar los nubarrones de encima de su cabeza con un FUERA! Soy tonta, estúpida, idiota, tristona, pesimista. Soy lista, alegre, optimista. Simplemente soy yo.
Gracias por leer lo que escribo, me dais ganas de seguir escribiendo al ver que os gusta :) espero que os siga gustando y tambn que siga tendiendo ideeas que os gusteen...

Pronto empezaré con Lie to me, asique atent@s ;)

Capítulo 12.


~ ATENCIÓN: Hoy he subido dos, el 11 & el 12.

Era demasiado temprano para levantarme un sábado, pero apenas había pegado ojo, y seguir metida en la cama me iba a volver loca. Mi madre ya estaba en el baño, y en unos minutos se iría a trabajar. Estaba algo nerviosa por ver a Alex, no sabía qué era lo que me podría hacer daño, aunque tampoco me importó.
Salí de mi habitación cuando mi madre salió del baño, y apenas me prestó atención, ni un buenos días. Eso me extraño, asique la seguí hasta la cocina. Estaba segura de que le pasaba algo.
Sonó el teléfono y mi madre lo cogió. ¿Quién podría estar llamando a esas horas de la mañana de un sábado? Mi madre lo cogió y al escuchar la voz del otro lado sacó una sonrisa forzada que poco a poco se fue convirtiendo en una sonrisa inexpresiva. No pude oír lo que decía, pero por su cara supe que era algo malo. Colgó el teléfono, se dio la vuelta y al verme se llevó una mano a los ojos para secarse las lágrimas.
-          ¿Qué ocurre mamá? – Me acerqué un poco a ella y la miré a los ojos.
-          Era tu padre, que bueno – Titubeaba, ¿qué era lo que me quería decir? – Bueno, sabes que teníamos un juicio por tu custodia, que era compartida y ahora tu padre la quería para el solo ¿no?
-          Si, lo recuerdo, me mandaron testificar en Paris, pero ¿no estaba arreglado ya?
-          No, aún no lo estaba, pero ahora ya si, ha ganado el – Me miró con los ojos llorosos y empezó a llorar otra vez – No quería perderte, pero mis ingresos son demasiado bajos, y el juez se la a dado a él, porque te podrá mantener mejor que yo.
-          Pero, si estoy viviendo aquí, ¿me pueden obligar a volver a Paris?
-          Si – Por un momento deseé marcharme, Gigi, la volvería a ver, estaríamos juntas otra vez, se acabarían las lágrimas y los mensajes de añoranza, la podría abrazar y contarle mis problemas en persona. Pero cuando mis compañeros londinenses aparecieron en mi cabeza se me encogió el corazón, no sabía qué hacer – Cariño, tienes que irte, es lo mejor, además si te vas por voluntad propia podrás volver de vez en cuando...
-          Voy a llamar a papá, no puede hacer esto – Me iba por la puerta de la cocina, cuando mi madre me paró.
-          Diana, no puedes hacer nada, el juez ya ha decidido, creo que es lo mejor para ti, que estudies en Francia, que vuelvas con tus amigas, ¿no quieres volver con Gigi? Ya he hablado con su madre y están dispuestos a acogerte en su casa en Navidad.
-          ¿Cómo que en Navidad? Mamá, ¿cuándo me voy? Navidad es en una semana.
-          Lo sé cariño, pero la orden del juez entra en fin de año, y es mejor que no esperemos hasta el último día.
-          Entonces, me voy...
-          Mañana, ahora mismo estaba preparándote un neceser, no hace falta que te lleves nada de ropa, ya comprarás alguna en Paris.
-          Pero...
-          No hay nada más que discutir, me voy a trabajar – Cogió su chaqueta y salió por la puerta como si la persiguiese la muerte – Cuando vuelva por la noche quiero verte en la cama y con la maleta echa ¿vale? Llévate solo lo que más necesites, nada de ropa.
Me quedé allí plantada un rato, pensando en lo que había pasado, en lo que iba a hacer. Mi mente estaba demasiado nerviosa. En unos minutos había roto todos mis planes, me había devuelto a la vida real. Iba a ver a Gigi, iba a abrazarla, iba a vivir con ella las Navidades. La echaba tanto de menos. Pero, Alex, me iba a venir a buscar.
Crucé apresuradamente mi casa, casi tropezándome con los muebles y cogí mi móvil, le tenía que decir que no viniese. No es que no quisiese verle, es que no podía... No me sentía con ánimos. Le mandé un mensaje diciéndole lo que había pasado y me contestó enseguida, dándome ánimos. Fue todo un tanto frío, pero no pedía nada más.


Ya era por la noche, estaba sentada en el sofá, mirando hacia la puerta de la entrada, esperando a que llegase mi madre y me dijese que tenía unos días más, o a despertarme en mi cama y que todo hubiese sido un sueño.
Me estaba quedando dormida cuando sonó el timbre de la puerta. Me levanté y fui a abrir.
-          ¿Qué haces aquí?
-          Si no quieres que este me voy – Me miró a los ojos, parecía algo feliz y algo triste.
-          No, no es eso, es que no me esperaba verte tan tarde – Miré mi reloj – Alex, ¿te das cuenta de que son casi las doce?
-          No pude venir antes, entrenamiento y bar, y no quería que te fueses sin despedirte de mi. Además tengo algo que decirte.
-          ¿Es algo largo o algo corto? – Le sonreí, quería que fuese largo.
-          Es corto tranquila – Me miró sonriendo – Me han concedido una beca.
-          ¿Sí? ¿Para donde?
-          Pues para... Me voy a Paris mañana – Me quedé allí plantada, con la boca casi abierta, sin saber que decir, sin poder moverme - ¿Estás bien? – Le abracé, y él me rodeó con los brazos.
-          Y, ¿era esto lo que me podía hacer daño
-          Ayer sí, cuando no sabía que te ibas también.
-          Entonces, ¿cuándo te vas?
-          En teoría debería de estar en el aeropuerto en media hora.
-          ¿A qué esperas entonces? ¿A perder el avión?
-          No, esperaba a esto – Me besó sin soltarme de sus brazos, y disfruté de ese momento todo lo que pude – Mañana cuando llegues, llámame y nos vemos, quiero que me enseñes Paris.
-          Vale, te llamaré.
-          Chao Di...
Se esfumó escaleras abajo y yo cerré la puerta de casa. Estaba agotada, había sido un día con demasiadas sorpresas para mi, por lo que me metí en la cama, intentando dormirme lo antes posible.


Con mi iPod mirando por la ventana, escuchando una de las canciones más bonitas que me había enseñado Taara, la nana de Isabela Swan. Me recordé a mi misma maldiciendo aquel viaje de ida, cuando pensaba que solo sería un verano. Ahora volvía a Paris, contenta, volvería con Gigi y tendría a Alex conmigo. Estaba a punto de aterrizar cuando recibí un mensaje de Gigi, estaba esperándome en el aeropuerto, y decía que tenía una sorpresa.
Bajé del avión, recogí mis maletas y me fui corriendo hacia donde estaba ella, mi mejor amiga, allí parada, mirándome, con lágrimas en los ojos. Me lancé a sus brazos. La había echado tanto de menos.
-          Di, te he echado tantísimo de menos.
-          Y yo a ti Gigi – Me di cuenta de que estaba llorando.
-          ¿Por qué no me dijiste que te traías a tu chico?
-          Porque hasta ayer no lo sabía.
-          Bueno, pues que sepas que me encanta para ti – Me miró sonriendo y me guiñó un ojo.
-          ¿Pero ya le conoces? Si nunca le has visto.
-          Pero te intentamos llamar los dos a la vez tres veces – Se rió – Entonces nos dimos cuenta de que llamábamos a la misma persona – Gigi se separó de mi y le vi, venía hacia mí con una sonrisa.
-          Hola Di – Le abracé con fuerza y me besó...